miércoles, 26 de noviembre de 2008

SARCOPENIA, AMBIENTE BIOQUIMICO-METABOLICO Y FUERZA

Para comprender un poco mejor el fenómeno de la sarcopenia, analicemos cuales son y como se manifiestan los cambios que se perciben en las fibras musculares. Si bien durante mucho tiempo se ha informado que la síntesis de proteínas era normal durante el envejecimiento, los estudios más recientes indican que la misma está francamente deteriorada en el músculo esquelético de los ancianos. La velocidad de síntesis fraccional (VSF) de las proteínas del tejido muscular desciende gradualmente en los sujetos mayores (Fukagawa, Minaker, Young, 1989- Yarasheski, Zachwieja, Bier, 1993- Balagopal, Rooyackers, Adey, 1997- Rooyackers, Adey, Ades, Fair 1996). Pero algo no menos importante y de consideración elevada por las consecuencias a futuro, es que dicho descenso ya es evidente en sujetos de mediana edad (alrededor de los 50 años) al compararlos con individuos de 20 años de edad.
Las proteínas del tejido muscular incluyen, básicamente, las estructurales o sarcoplásmicas, y las contráctiles miosina de cadena pesada (MCP) y actina. Las más importantes del músculo que participan en la contracción son la MCP y la actina. Estudios revelaron que la VSF de la miosina de cadena pesada era más baja en individuos mayores, mientras que la VSF de las proteínas sarcoplásmicas no estaba deteriorada (Balagopal P, Rooyackers OE, Adey DB, et al., 1996). Además, se encontró un descenso en la fuerza del músculo con la edad y se correlacionaba con un descenso en VSF de las proteínas del tejido muscular (Balagopal P, Rooyackers OE, Adey DB, et al., 1996). Este descenso en la VSF de la miosina de cadena pesada estaba relacionado con la edad, es decir, disminuía progresivamente desde alrededor de los 20 años para los 50 y agravábase de allí para los 80.
Como podemos apreciar, la sarcopenia tiene una manifestación tardía por sus repercusiones sistémicas, pero sus inicios son bastante más tempranos. Es por ello que la atención de la fuerza en los jóvenes, con ejercicios adecuados y adaptados, resulta en una inversión en salud también a futuro. No es nuevo ni desconocido que justamente los entrenamientos de fuerza a intensidades elevadas son los únicos métodos que actúan sobre la síntesis de las diferentes formas de miosina. Pues con una ajustada estrategia evolutiva de planificación de dicha cualidad bien podemos estar resguardando al organismo de aquellos deterioros propios de la edad, pero no exclusivos ni mucho menos excluyentes.
Tanto el tejido conjuntivo de sostén como la grasa aumentan con los años, por lo que la sarcopenia solo se puede definir como un proceso de reducción en el número o las dimensiones de las fibras. En cuanto al número, según Lexell y col, la disminución de las miofibrillas comienza alrededor de los 25 años de suerte tal que al llegar a los 80 años de edad, la merma está en torno al 40%, con una media de un 8 a 10% por año. Un simple análisis permite advertir que alrededor de los 50 años la pérdida ya ronda el 20%. Merecería aquí considerarse que justamente entre los 30 y los 50 años de vida, las personas procuran alcanzar sus máximos rendimientos profesionales, sociales y económicos, algo que por lo general los compromete con un nivel de vida bastante más cercano al sedentarismo por el consumo de tiempo que implican ese tipo de conquistas. Muchas horas de trabajo y escasa o nula dedicación al cuerpo, tanto en lo inherente a actividad física como con el control nutricional, son las dominantes (a veces por propia elección) en estas dos décadas de nuestra vida. Es quizás en esta fase etaria donde se aproximan con mayor peligro la sarcopenia y el exceso de peso graso. Basta observar las figuras siguientes en lo que respecta a la evolución del peso corporal así como el incremento en las comidas con alto tenor graso en los últimos decenios, para dimensionar la problemática. Allí apreciamos como el exceso de peso graso va de menor a mayor desde los países menos desarrollados a los más ricos (Figura 1) y también se observa (Figura 2) que el contenido de grasas en la alimentación aumenta con los ingresos económicos, aun en los países pobres.

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