Durante mucho tiempo los profesionales de la actividad física hemos estado abocados a la tarea de mejorar el perfil muscular, con el afán de aumentar la performance de distintas variables de esfuerzo. Los más diversos métodos han sido puestos en práctica con la intención de diagnosticar, analizar y mejorar las diferentes capacidades físicas para cualificar el rendimiento en cualquiera de sus formas, sea este deportivo o no. Sin embargo, pocas veces reparamos que el tejido muscular, de facto, está íntimamente vinculado a la salud y por ello su conveniente atención podría ayudar grandemente a mejorar la calidad de vida.
En nuestro día a día profesional, es común depositar los objetivos en la atención de los músculos para optimizar las diferentes potencialidades físicas. Sin embargo generalmente no se dimensiona acabadamente lo que representa la masa muscular para la salud en general.
Desde no hace mucho tiempo se viene poniendo un especial énfasis en el análisis de la cantidad de músculo que una persona tiene y su asociación directa o indirecta con diferentes patologías. En este punto justamente, un natural detrimento del tejido muscular ha comenzado a ser visto desde otros aspectos en razón de los intrínsecos vínculos que ello tiene con ciertas patologías en las cuales los músculos son de alguna forma controladores de la homeostasis para que ellas no aparezcan o, si se presentan, su impacto en el organismo sea menor.
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