Con los métodos directos podemos medir el VO2max, pero podemos lograr una estimación del mismo a través de metodología indirecta, utilizando ecuaciones de predicción.
Las condiciones que una prueba debe cumplir para resultar válida en la medición de la potencia aeróbica máxima son: 1- implicar un ejercicio dinámico que ponga en juego grandes grupos musculares, mínimo 1/6 ó 1/7 de la musculatura esquelética total. 2- que el ejercicio sea lo más natural posible y no requiera habilidades motrices especiales para su ejecución, el modo que la eficacia mecánica (si no es un parámetro que se deba evaluar de forma específica) sea similar en todos los sujetos valorados; y 3- que el esfuerzo sea mensurable y reproducible, de manera que los resultados obtenidos puedan compararse y repetirse.
En general puede decirse que las pruebas de laboratorio tienden a ser más fiables y precisas, ya que suelen garantizar la constancia de algunas variables que pueden influir en el resultado de las distintas mediciones, además de permitir mediciones con aparatos más sofisticados. En cambio, las pruebas de campo suelen ser más específicas, por cuanto permiten la realización de la actividad en el medio en el que se desarrolla normalmente el sujeto, con sus características temporales y de intensidad propias, y sobre todo, con sus aspectos (características) biomecánicas específicas.
Particularmente nos hemos centrado en analizar, las pruebas de campo, con el fin de encontrar las que se adapten mejor al tipo de población evaluada.
Los siguientes requisitos metodológicos son especialmente importantes para obtener una información válida y fiable mediante las pruebas de campo:
Definir el objetivo que se persigue con el registro, las capacidades funcionales que se pretenden estimar y los parámetros indicadores de dichas capacidades.
Conocer el nivel de validez, confiabilidad y objetividad de la prueba, y escoger, en caso de existir varias alternativas, las que ofrezcan mayor información y mejor calidad de la misma según esos parámetros.
Elaborar y describir protocolos precisos de ejecución de la prueba que incluyan: material, método, preparación de la prueba, condiciones de ejecución, consignas para el sujeto y el técnico, registro de los datos y valoración.
Reducir al mínimo las variables ambientales no controlables, por ejemplo, realizar la prueba a la misma hora, en unas condiciones de temperatura, humedad y viento no extremas o predeterminadas, utilizar la misma pista u otra de características similares, etc.
Seleccionar pruebas específicas, ya que son las que suelen tener una mayor capacidad predictiva del rendimiento y cuentan con una mayor aceptación por parte del deportista/participante de actividad y del entrenador y/o tipo de población especifica, en consecuencia, comportan una mayor motivación del sujeto.
Disponer elaborar un sistema válido de valoración de los resultados –baremos, valores de referencia normalizados, ecuaciones de predicción, etc.- en función de la edad el sexo, la categoría deportiva del sujeto y otras variables relevantes.
Combinar y relacionar los registros funcionales –FC, lactacidemia, VO2, etc.- con los de rendimiento mecánico –distancia, tiempo, velocidad, fuerza, trabajo, percepción de el esfuerzo, potencia- o al menos con los que sea posible registrar o estimar. Esquemáticamente como se diferencian ambas:
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